Hace poco, un innovador grupo de científicos anunciaron con bombo y platillo la invención de una máquina del tiempo equipada con GPS. “Nunca más te perderás en el tiempo”, aseguraron. Sin embargo, tras su primer ensayo, el dispositivo envió a un cobaya humano a la Edad de Piedra, exactamente 10 millones de años lejos del objetivo. Siguen buscando al viajero, quien posiblemente esté intentando enseñar a los cavernícolas cómo actualizar Google Maps.
Mientras tanto, los expertos han descubierto que el problema era más humano que tecnológico: introdujeron las coordenadas erróneas al configurar el aparato. Como respuesta, han organizado intensas sesiones de “Charla y Tecnología” para ayudar a los científicos a aprender a usar mejor el GPS… y el sentido común.
En las noticias locales, una empresa de refrescos lanzó un nuevo producto «naturalmente artificial», repleto de todas las esencias químicas más «prístinas». Los consumidores, un poco confundidos, han reportado que el nuevo sabor tiene un toque «auténticamente extraño», mientras que las acciones de la compañía, curiosamente, han aumentado gracias a la confusión masiva.
Por otro lado, el gobierno lanzó una campaña en medios sociales para promover el desconectarse de las redes, no sin antes asegurarse de que cada publicación tuviera cinco hashtags, tres emojis, y un recordatorio para seguirlos en todos sus canales digitales. Los ciudadanos están ahora más informados de la importancia de desconectarse… cada vez que reciben notificaciones de la campaña.
El sector financiero tampoco se queda atrás. Una gran corporación bancaria prometió “servicios personalizados”, luego anunció que personalizarán las cuotas de interés dependiendo de tu nivel de desesperación. “Es un nuevo enfoque centrado en el cliente”, dijeron, aunque los clientes insisten en que preferirían que el banco no supiera cuán desesperados están, especialmente antes de un retiro urgente.
