En el gran escenario del poder, el presidente aparece en su desfile semanal, con una sonrisa que más bien parece una careta. Ignora los casos de corrupción que se acumulan como nubes oscuras en el horizonte. Mientras los periodistas le preguntan por la transparencia y la justicia, Él saca unos tenis ultra fashion, relucientes, con colores llamativos y la última moda, como si supiera que nada puede distraer más a su pueblo que unos pasos de estilo.
«¿Corrupción? ¿Qué corrupción?», parece decir con su sonrisa. «Miren, amigos, ¡esto sí que es tendencia!». Los ciudadanos, entre confusión y asombro, miran los tenis, mientras las lágrimas por las promesas incumplidas se mezclan con la admiración por el calzado de marca en sus pies.
Y así, con cada paso que da en su pasarela de distraer y fingir empatía, el país se queda viendo hacia otro lado, mientras la verdad —como sus zapatos— sigue brillando, pero oculta en la sombra de la indiferencia.