La amistad es como un árbol robusto, cuyas raíces se hunden profundamente en la tierra. Con el tiempo, crece y se fortalece, ofreciendo sombra en los días calurosos y refugio en las tormentas de la vida. Sus hojas vibran con las risas compartidas y sus ramas se entrelazan con los recuerdos que cosechamos juntos.
Cada amigo es una estrella en el vasto cielo, brillando con luz propia, pero unidos por una constelación de experiencias. A veces, las nubes de la distancia intentan ocultar sus destellos, pero el vínculo es tan fuerte que siempre encuentra la forma de iluminar nuestro camino.
Así, la amistad es un puente que conecta dos islas, proporcionando un camino seguro en momentos de incertidumbre y un espacio para explorar y compartir sueños. Como un río que fluye, sus aguas pueden ser tranquilas o turbulentas, pero siempre nutren y dan vida a quienes se aventuran a sumergirse en su caudal.
