De vez en cuando, vislumbramos el “algo más” que Dios tiene reservado para nosotros. Estas experiencias fugaces deben ser atesoradas: el nacimiento de mi primer hijo, el enamoramiento, la sensación de estar “sostenida” por la presencia de Dios. Tales experiencias pueden ayudarnos a acercarnos a la Transfiguración. Como todas las experiencias trascendentes, es fugaz, pero deja un recuerdo y un anhelo. ¿Qué debemos hacer? Practica escucharlo. No tengas miedo. No siempre podemos estar “en la montaña”, pero lo que sucede en las alturas puede ayudarnos en las tierras bajas de lo cotidiano.