Llanto

Cada uno de nosotros nos hemos sentado junto a charcos de nuestras propias lágrimas. Cada uno de ellos es diferente. Algunos han sido causados por lo que nos han hecho, otros son el resultado de nuestras propias acciones. Estos charcos nos recuerdan el dolor y las pérdidas que hemos sufrido a lo largo de nuestras vidas. Jesús nos concede el regalo de sus propias lágrimas. Sus lágrimas nos recuerdan que Dios llora con nosotros, se aflige con nosotros y sufre con nosotros. Aquellos que hacen el viaje cuaresmal en la compañía íntima de Jesús, descubren que sus lágrimas representan la empatía de Dios. Consideremos nuestros propios charcos de lágrimas: Ellos pueden ser causados por la muerte de un ser querido, el dolor de un divorcio, el abuso de un niño, el anhelo insatisfecho de una pareja íntima, la pérdida de un trabajo o el rechazo de un amigo cercano. Cualquiera que sea la razón, en este estanque de lágrimas es donde Cristo quiere encontrarse con nosotros durante la temporada de la Cuaresma.

Jesús lloró Juan 11:35

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