Algo para pensar…

Así como nunca somos conscientes del aire, porque la presencia de Dios siempre está a nuestro alrededor, nunca la notamos. El camino de la fe es un don de un Dios amoroso que da el primer paso y espera pacientemente, en silencio, casi tímidamente, la respuesta humana. La vida es una vocación, un llamado a buscar a este Dios tímido. Mientras nos preparamos para celebrar el momento en que la Palabra se hizo carne, nuestra fe necesita profundizarse. La nuestra es una fe que acepta sinceramente la oscuridad que rodea la búsqueda de más luz. Por consiguiente, el Adviento es un tiempo de adoración amorosa, un verdadero acto de esperanza sobrenatural y de entrega amorosa a este Dios tímido. La vida se trata de relaciones, no de cosas. La mayor alegría proviene de las buenas relaciones; la mayor tristeza y sufrimiento no provienen de la pérdida de trabajo o propiedad, sino de relaciones rotas y traicionadas. Todas las relaciones de amor tienen sus raíces en el amor que este Dios tímido tiene por todos nosotros.’

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