No malgastes tus talentos

«¡Un genio! ¡He practicado catorce horas diarias durante treinta y siete años, y ahora me llaman genio!»

MARTÍN MELITÓN PABLO DE SARASATE y NAVASCUÉS, conocido como Pablo Sarasate (Pamplona, 10 de marzo de 1844-Biarritz, 20 de septiembre de 1908), violinista y compositor español.

El violinista Pablo Sarasate se sorprendía en la frase de cabecera de la calificación de genio que le atribuían. No entendía que la gente creyera que su virtuosismo no era sino el simple resultado de un perseverante estudio y de una aplicación denodada (casi obsesiva) en la práctica del violín. Obviamente, sacrificio y constancia no fueron, en exclusiva, las virtudes responsables del enorme éxito de Sarasate, porque además el músico hubo de estar tocado por la divina musa de la inspiración, sin la cual sería imposible poder explicar la obra del virtuoso en cualquier disciplina. Pero esa es la combinación perfecta, y no creo que haya otra mejor: tenaz, constante y persistente ensayo (práctica, práctica y más práctica) junto al aprovechamiento máximo de los mágicos, pero contados, instantes de iluminación, arrebato o inspiración, en los que nuestro talento nos permita crear con agudeza y maestría; gratis, es decir, sin sudar. Puede que el esfuerzo en sí mismo no alcance para lograr un desempeño de máximo nivel en cualquier tarea, pero solo el talento tampoco sirve. Y es que vivimos rodeados de talento, aunque en muchos casos inactivo, dormido o inerte. Sin ir más lejos, yo misma me cruzo cada día con gente excepcional en algún sentido. Gente brillante, original, creativa, ocurrente, sagaz y que, pese a sus múltiples cualidades, es incapaz de explotar y aprovechar su potencial, o bien lo dedican a causas insustanciales. Y piensas: si esta persona o aquella otra pusiera su talento al servicio de un empeño de envergadura, alcanzaría la cima. Pero no lo hacen y se contentan con pisar charcas, cuando deberían surcar océanos. Cualquier postura es respetable, faltaría más, pero podría afirmar que hay gente que se complace solo con el hecho de pensar que tiene talento. Bien, ¿y qué? Como otros cientos de miles… o de millones. Tienes talento, pero la clave es: ¿qué haces con él? «El talento es un bien tremendamente barato, más barato que la sal de mesa; lo que separa a la persona con talento de la exitosa es un montón de trabajo duro y el estudio, un proceso constante de perfeccionamiento. El talento es un cuchillo sin filo que corta nada a menos que se ejerza mucha fuerza» (Stephen King, escritor estadounidense conocido por sus novelas de terror). Hay ejemplos esclarecedores de talento malgastado: el deportista que posee un genio innato y que sucumbe ante un rival con menos «dones naturales», pero con más capacidad de lucha. O el actor que desdeña papeles que «no están a su altura» y deja escapar oportunidades maravillosas para ejercer con brillantez su oficio, sin percatarse de que no hay papeles pequeños sino solo actores incapaces de engrandecerlos. Y así podría seguir casi hasta el infinito… y más allá, como diría nuestro adorado Buzz Lightyear. Acabo con un juego de palabras. El talento, aparte de su significado más extendido (capacidad intelectual o habilidad que tiene una persona), también fue moneda de curso legal en la antigua Grecia y en el Imperio romano. Y es curiosa la analogía que podríamos establecer mucha fuerza» (Stephen King, escritor estadounidense conocido por sus novelas de terror). Hay ejemplos esclarecedores de talento malgastado: el deportista que posee un genio innato y que sucumbe ante un rival con menos «dones naturales», pero con más capacidad de lucha. O el actor que desdeña papeles que «no están a su altura» y deja escapar oportunidades maravillosas para ejercer con brillantez su oficio, sin percatarse de que no hay papeles pequeños sino solo actores incapaces de engrandecerlos. Y así podría seguir casi hasta el infinito… y más allá, como diría nuestro adorado Buzz Lightyear. Acabo con un juego de palabras. El talento, aparte de su significado más extendido (capacidad intelectual o habilidad que tiene una persona), también fue moneda de curso legal en la antigua Grecia y en el Imperio romano. Y es curiosa la analogía que podríamos establecer entre ambos tipos de talento, porque cualquiera de nosotros lleva tanto aptitudes como monedas siempre encima. Algunos las gastan y rentabilizan, duplicando su valor, y otros las malgastan en absurdo despilfarro. Algunos con poco hacen milagros y otros con mucho no logran hacer nada. Pero hay una diferencia crítica entre ambas clases de talento: si bien guardar tus monedas puede ser una buena decisión, como medida positiva de ahorro, de nada sirve esconder o malbaratar tu potencial.

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