Signos de la fe

Nosotros proclamamos a un Mesías crucificado…

1 Corintios 1:23

La paradoja de la cruz es central en nuestras vidas como cristianos. La salvación ganada para nosotros a través del sufrimiento. La victoria sobre la muerte obtenida a través de la más bárbara ejecución. Tomado en términos estrictamente humanos, la crucifixión debe ser algo de lo que se debe restar importancia o esconder. ¿Por qué querríamos anunciar a un Salvador sufriente, un Rey crucificado? Pero no escondemos la cruz; la mostramos como un signo de esperanza, una insignia de honor. Podemos colgar un crucifijo en nuestra casa o incluso llevar uno alrededor del cuello para recordarnos que somos salvados por la “locura” de Dios. La cruz es un signo de que Dios nos salvará a pesar de nosotros mismos, porque nuestro Dios sabe lo que significa ser humano. Después de la limpieza del templo en el evangelio de hoy, la historia termina recordándonos que Jesús “no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre” (Jn 2, 25). Estamos bendecidos con la locura de un Dios dispuesto a nacer en un pesebre de una adolescente pobre, dispuesto a vivir en la pobreza y morir en la vergüenza, dispuesto a confiar su misión a un grupo de pescadores. La sabiduría disfrazada de tontería, la fuerza disfrazada de debilidad, la salvación disfrazada de muerte en una cruz.

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