Yo aquí pensando

Te voy a decir algo que ignoras cuando sometes el crédito de lo que haces al refrendo de una aprobación externa: los únicos aplausos que valen son los de tu propia conciencia. No los diplomas, las medallas o cualquier otro reconocimiento ajeno; abalorios, todos ellos, que se llenarán de polvo en poco tiempo, olvidados en la repisa de un viejo armario.

Lo que tiene valor real es la conciencia íntima de haber hecho las cosas bien. Me gustaría poder hacerte entender que todo pasa por ti; que no te es preciso obtener tal o cual recompensa para estipular tu valor; que tú eres el mejor juez posible de cuanto haces, pues nadie será más duro, más crítico ni más conocedor de tu realidad, tus límites y tus aptitudes.

¿Tengo razón?

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