El Aborto y la Educación Sexual

Cuando se habla de educación sexual dirigida a la infancia y a la adolescencia se entiende como una parcela más que , dentro del programa educativo, deben compartir los padres y educadores. Sin embargo, no es así . La sexualidad hoy no pertenece al ámbito privado. En la actualidad, el sexo es un objetivo público y, por tanto político. Es algo que se ha incorporado a nuestra cultura, propiciado por las feministas de género. Algo que está marcando nuestra vida política y social actual,camuflajeado bajo el disfraz de políticas de igualdad.

Se entiende la educación sexual como una materia que interrelaciona el amor y la sexualidad, que los padres deben impartir/compartir con los hijos de manera respetuosa y dosificada dependiendo del nivele desarrollo físico y mental. Sin embargo la mal llamada educación que se pretende implementar en los centros escolares no es «educación»entendida en un sentido edificante, sino una aviesa interpretación de la sexualidad , el uso de anticonceptivos y el aborto. Se trata de implantar una nueva moral socialista y feminista, donde la familia y el matrimonio no tienen cabida por ser algo obsoleto inventado por el hombre para dominar la mujer.

Hablamos de que se trata de promover una percepción de la persona y la ética basada en la abolición del sexo y la imposición de la ideología de género. Se entiende la moral no como un tema de religión o de filosofía sino como una parcela que compete al Estado, es decir la moral del feminismo socialista. Y éste dice en cuanto al fin de la educación que no puede estar determinada por criterios pragmáticos sino que ha de formar ciudadanos . Así, según este principio no corresponde a los progenitores la educación de los hijos sino al Estado.

Una de las obsesiones de las feministas de género es la sexualidad infantil. Si logran pervertir a los niños y adolescentes tienen la partida ganada.Por eso las ideólogas/os de este movimiento siempre abogaron por la promiscuidad entre niñas y niños, incluso en la participación adultos. Entre los padres de esta ideología se encuentran Margaret Sanger; Margaret Mead, Wilhem Reich, Alfred Kimsy, Shulamit Firestone; Kate Millet y Vigdis Fimbogadottir, todos y todas sin exención con graves problemas sexuales, mentales y de comportamiento.

Las feministas de género consideran que la sexualidad infantil debe empezar a dirigirse desde la cuna, donde existe la indiferencia sexual. Desde ahí proponen educar al niño para que desarrolle sus «capacidades afectivas» y se despierten las primeras inclinaciones sexuales para encauzarlos en lo que la ley llama «diversidad afectivo-sexual» términos que emplean en sus nuevas leyes de educación.

Oir o leer los disparates de las feministas radicales resultaría de risa si no fuera por la rapidez con la que se están implantando por ley.

Cuando me toca referirme a esta ideología disparatada al hablar con otras personas siempre advierto del momento ideológico de cambio de moral que estamos viviendo, y del gran «caballo de Troya» que supone esta ideología para contaminar a la sociedad con ideas destructivas para su recto funcionamiento.

Concuerdo en que hay que combatir la violencia contra la mujer. Pero, también lo es , que con el pretexto de la violencia contra la mujer y los comportamientos sexistas se están articulando continuamente medidas educativas, algunas, por cierto, bastante chocantes y peligrosas.

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