Uno de mis mayores retos al escribir sobre asuntos espirituales es que muchas cosas son indescriptibles. Intento utilizar las palabras para contener algo infinito. Puedo dibujar el contorno de mi encuentro con lo divino, pero alguien que no haya tenido la experiencia le encontrará poco sentido. O puedo utilizar una metáfora o un símil, como hace Jesús aquí, y como hizo tantas veces. La semilla de mostaza, de un centímetro de diámetro, es un símbolo tradicional de una cosa muy pequeña. Pero se convierte en un gran arbusto que alberga pájaros. La levadura convierte la harina en enormes y esponjosos panes que nos alimentan. Jesús compara ambas cosas con lo que es vivir en el reino, un mundo que funciona según la ley de Dios. En ese mundo, la bondad y la fe, al igual que la semilla más pequeña y la levadura del pan, se nutren y crecen hasta convertirse en cosas de gran valor sustentador.
Semillas y pan
