UN CORAZÓN HUMILLADO

En el libro El regreso del hijo pródigo , Henri Nouwen sugiere que una de las condiciones más importantes para que alcancemos la conversión y la pureza de corazón es que dejemos de ser jueces para convertirnos en el pecador arrepentido.
El problema es que a menudo desconocemos nuestra pretensión de superioridad moral. A nuestros ojos, nunca somos los hipócritas o los que se sientan a juzgar la vida de los demás. No, nosotros somos los honestos, los compasivos,los humildes. Sin embargo, pocas veces nos ven así los demás, especialmente los que están más cerca de nosotros.
Ellos perciben una complacencia moral que los ofende.
Así por ejemplo, si por nuestro temperamento nos sentimos cómodos en círculos liberales, probablemente alberguemos una considerable irritación hacia aquellos más conservadores y tradicionales .
No somos conscientes de que ellos se sienten juzgados y rechazados por nosotros. Y lo opuesto también es cierto: Si nos encontramos a gusto en un ambiente más conservador, existe una buena probabilidad de que alberguemos cierta irritación hacia nuestros hermanos y hermanas más liberales . Una vez más, es posible que no seamos conscientes de que ellos sienten nuestro desdén y desaprobación.
Es extraño como cada uno de nosotros es capaz de percibir la actitud crítica en los demás , y sin embargo, ignorar lo brutalmente sentenciosos que somos nosotros mismos. La conversión comienza cuando dejamos de comportarnos como jueces para arrodillarnos como pecadores.
Cuando seamos capaces de tener un corazón contrito y humillado, no seremos desdeñados por Dios ni por los demás.

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