En pos de la zanahoria

un cuento para la reflexión

_Manuel Maza sj., historiador._

   Todo proyecto tiene por lo menos cuatro componentes: la zanahoria, la carreta, el burro,  y el conductor. 

   La zanahoria que cuelga delante del burro representa lo que nos motiva en la vida.

   La carreta va cargada con aquello que llevamos: los afanes de cada día, una carrera, la familia, la profesión, un trabajo, deudas, dinero, una enfermedad, una tierrita que dejó papá…

   El burro simboliza nuestras fuerzas, circunstancias y limitaciones. Al burro le gusta lo fácil, lo inmediato, va lento en las lomas y se para donde hay sombra.

   El conductor somos nosotros en la medida en que somos sujetos capaces de comprender, desear, decidir, planificar y mirar más allá de la próxima cuesta.

   En primer lugar, hay gente que monta tantas cosas en la carreta de la vida, que apenas puede moverse. Tienen tantas posesiones, quieren disfrutar de tantos viajes, paisajes, aprendizajes y  fiestas; están envueltos en tantas actividades, que la carreta de su vida no puede moverse. En vano azotan su burro y aumentan el tamaño de la zanahoria motivadora: ¡no hay quien mueva la carreta con tanta carga! La vida vale, cuando podemos avanzar y recorrer sus etapas con el burro sudado, vivo y contento. ¿De qué le sirve al hombre llenar tanto su carreta, si luego no la puede mover?

   Sería otro error, aligerar la carga y correr por los caminos de la vida, ¿pero qué sentido tiene llegar a la meta vacíos? Además, a la carreta le viene bien un peso adecuado: da estabilidad, sentido al esfuerzo y conserva al burro sensato.   

   Segundo, hay personas que ponen todo su esfuerzo en colgar delante del burro y del conductor una descomunal zanahoria. Se trata de las metas irrealizables: deslumbran en la campaña, pero no llevan a ninguna parte. Hay países que se mataron acarreando cargas  y conductores pesados, mientras gastaban sus fuerzas por mas de 70 años en pos de una zanahoria que nunca comieron: el paraíso en la tierra…  Otros persiguen la zanahoria de combatir el terrorismo con un terror mejor organizado. 

   Nunca ignore que mientras más grande sea la zanahoria más pesa y en definitiva, es algo que va cargando ¡el mismo burro!  Lo ideal sería que de vez en cuando el burro le dé un mordizco. Así se fortalece.

   Tercero, negocie y dialogue con su burro, pregúntele: ¿qué puede y quiere cargar? ¿Qué paso puede mantener? ¿Cojea? Separe al burro de la carreta diariamente por lo menos ocho horas.  Tome en cuenta a su burro, porque si no, le morderá el día menos pensado. ¡Mejor zanahoria mordida que dueño besado por burro! No cometa el error de sentar al burro en el sitio del conductor. No se resigne a los gustos y las metas cortas de su burro. ¡No sea burro, se aburrirá!

   Finalmente, al conductor le toca escoger la ruta, discernir la carga, sincerarse con el burro y colgar la zanahoria a una distancia estimulante: ni entregada, ni imposible. Sea realista: abandone la carga que le impide moverse. No monte a nadie sin antes consensuar la ruta. Cada pasajero es compañía ¡y es carga!  Los burros no pelean, los pasajeros sí.  Enfóquese: una zanahoria, resuelve, dos ponen bizco al burro.

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