La FE, como la vida, se inicia, tan pequeña, que no se percibe y va creciendo a base de confianza.
La FE, plantada en el seno de nuestra arcillosa tierra, duerme escondida pero latente; y a base del alimento y el agua del Espíritu, un día aparece tímidamente, exhibiendo un verde esperanza, que es fruto de la innegable confianza con la que se dejó hacer, se puso en movimiento y llegó a ser.
La FE es don que hay que poner a funcionar, no es para guardar, es para entregar y compartir.