La Contemplación para Alcanzar el Amor

La Contemplación para Alcanzar el Amor de Dios es una especie de colofón de los Ejercicios Espirituales de Ignacio. A veces se expresa como “La contemplación del amor divino”, ya que el amor de Dios no es algo que “alcancemos” a través de nuestras propias acciones. El objetivo de la meditación es tomar conciencia del amor misericordioso y abundante de Dios y responder con amor, generosidad y libertad.

Ignacio nos pide orar por la gracia que deseamos: “un conocimiento íntimo de todos los bienes que Dios con amor comparte conmigo” y, desde la gratitud, poder responder totalmente “en mi amor y servicio” (233).

Sugiere que recordemos dos ideas clave antes de comenzar: primero, “el amor se manifiesta más en las obras que en las palabras” (230), y segundo, que “el amor consiste en compartir mutuamente los bienes” (231). Los amantes quieren compartir sus posesiones con sus amados. Así también es el don mutuo entre Dios y yo. Damos lo que tenemos, no por obligación, sino por un inmenso amor al otro.

cuatro puntos

La Contemplación consta de cuatro puntos sobre los que oro, y una especie de repetición de la meditación sobre diferentes aspectos de los dones de Dios para mí, seguida de cuatro respuestas de amor de nuestra parte. Esta repetición profundiza nuestra gratitud. Para mí, la repetición también dramatiza el amor continuo y la respuesta de amor entre Dios y cada uno de nosotros, que se repite una y otra vez, a través del tiempo.

Primero, considero cómo Dios me crea por amor: mi existencia, mis dones y talentos naturales, a través del Bautismo y la Eucaristía, y muchas gracias individuales dadas. Por ejemplo, podría descansar y darle vueltas en mi corazón al don de mi existencia, que Dios me hizo por amor, y que mi existencia es un puro don de amor, con un propósito. ¿Cómo quiero responder? Ignacio sugiere el Suscipe. Devolvemos a Dios todos nuestros dones, no como algo que anticipamos que nos quitarán, sino para usarlos de la manera que Dios quiera. Quizás Dios me lleve en una dirección completamente nueva de lo que había anticipado. Para mí, la fuerza de esta meditación significa tenerme precioso a los ojos de Dios y, sin embargo, también ligeramente, como una criatura aquí solo por gracia. ¡Qué liberador!

En el segundo punto focal, vuelvo a meditar sobre los dones de Dios para mí, esta vez considerando que Dios me regala “la plenitud de la vida divina en Jesús” (235). Jesús me da su Cuerpo y su Sangre, su Espíritu, y me ama tanto que quiere que yo sea morada, hogar de Dios. Habitamos en Dios, y Dios desea habitar en nosotros (Juan 15:4). Dios nos da el mismo Dios mismo. De nuevo, ¿cómo quiero responder con amor y generosidad?

En el tercer punto, presto atención a cómo Dios “trabaja por mí” incansablemente ( 236). Dios entra en la vida humana ordinaria, en sus trabajos y luchas. Como un alfarero con el barro, una madre que da a luz o una fuerza poderosa que da vida a los huesos muertos, Dios saca vida del sufrimiento y de la muerte y trabaja para crearme y recrearme. ¿Cómo ha estado obrando Dios personalmente en mi vida? Como jardinero, pienso en Dios como el Jardinero Divino, plantando las semillas, nutriendo la tierra y deshierbando y podando en mí. De hecho, Dios no solo cultiva el jardín, sino que también es el sol, el aire, la lluvia, la tierra y la semilla, en todo, obrando a través de todo. Nuevamente, a estos dones respondo con amor: “Toma, Señor, y recibe…”.

En el último punto, juntamos todas estas ideas anteriores y prestamos atención a cómo todo viene de Dios, como bajan los rayos del sol, o brota el agua de una fuente, con misericordia, justicia, amor, etc. (237). Todo es un regalo, todo.

Después de cada uno de estos puntos focales, nos ofrecemos a nosotros mismos, nuestros dones, nuestros talentos, todo, de regreso a Dios, pidiéndole a Dios que haga con nosotros lo que quiera. “Dame sólo tu amor y tu gracia. Eso es suficiente para mí” (234).

Podemos devolvérselo todo a Dios e incluso cantarle todo a Dios, porque el amor de Dios es digno de confianza, y el cuidado y la generosidad de Dios por nosotros son inconmensurables. Para mí, orar y reconocer esta verdad es casi como recordar algo que siempre supe pero que a veces olvido. Qué feliz y liberador es “recordar”. Dios invita a cada uno de nosotros a recordar nuestro verdadero origen y nuestro verdadero hogar, para que podamos permanecer enamorados de Dios y trabajar con Dios, de cualquier manera que Dios llame, hoy.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.