Algunas personas dicen que no les gusta orar por que no pueden tolerar la introspección. Sin embargo, la oración
no es un confrontarse con uno mismo; es confrontarse con Dios. Orar significa encender una luz de enfoque sobre Cristo.
Lo que yo tengo que hacer se me irá revelando gradualmente. Me sucede a mí, lo descubro sin necesidad de autoanálisis.
Por el contrario, el deseo de examinarme, de verme más de cerca es una degeneración, un retraso en la oración. Lentamente
y en paz, al llegar a conocer a Cristo, me llego a conocer yo.
A continuación un esquema que pretende clarificar el proceso de oración a fin de que la experiencia se haga
más lúcida y libre:
1- La oración empieza con un darme cuenta de que soy amado por Dios tal y como soy. Esto no es tanto una
actividad personal sino una pasividad en la cual dejo que el amor que Dios me tiene impregne y penetre todo mi ser. Debo
permanecer en este nivel el mayor tiempo posible (es el más valioso), pero sin forzar. Cuando encuentre lo que busco me
muevo al nivel siguiente.
2- Mi respuesta al amor de Dios es la adoración. Puedo orar sin ninguna tensión o temor por que estoy convencido
de que Dios no me es una amenaza: me abandono en sus manos, tanto tiempo como pueda, sin presión alguna en acortar o
prolongar este momento.
3- Luego me concreto a un episodio en particular de la Sagrada escritura, en forma tal que procuro identificarme
con Cristo o con la persona que Cristo está tratando. Contemplo el Evangelio no como testigo ocular, sino como
participante. No es asunto de imaginación sino de corazón. Cristo vive en mí…
4- Luego viene la oración de petición. De lo considerado hasta aquí muchas peticiones saldrán solas.
5- El último paso es la meditación propiamente dicha, sobre un versículo, un pasaje: pienso, analiza, investigo, me
esfuerzo por comprender. Esto me llevará hasta la oración de petición, o hacia la identificación renovada con Cristo, tal vez
a un período de adoración, o a una permanencia suave en el amor que Dios me tiene. Así, del nivel de la meditación podré
ascender a niveles más elevados. Y no olvides nunca: “ora como puedas, y no trates de orar como no puedas”.