Muchos piensan que la justicia, la igualdad y los buenos modales , requieren que el matrimonio sea rediseñado para que encaje a las parejas del mismo sexo.
Yo lo cuestiono y me atrevería a afirmar que caminamos como sonámbulos hacia el devenir de una revolución social sin precedentes donde las consecuencias se extienden más allá de que estas parejas puedan obtener o no un certificado de matrimonio.
Quienes abogamos por el matrimonio y por la vida, tenemos el derecho de hablar y vivir conforme a lo que creemos;más aún sentimos y deploramos que no podamos vivir como una sola comunidad cuyos vínculos estén enraizados en la misericordia mutua, el respeto y la corrección fraterna.
Creemos en el matrimonio entre el hombre y la mujer Porque es la única forma de preservar los beneficios del mismo y de evitar los enormes riesgos sociales que acompañan a un régimen de matrimonio sin género. El pensar de este modo en lo personal me ha costado disgustos, enfrentamientos y se me ha tildado de homófoba fanática irracional y no se cuántos calificativos más.Que lejos de la verdad están los que me enfrentan y combaten.
¿De qué forma me podrá decir la ley que la figura de los padres es esencial en el crecimiento de los hijos cuando hace de ellos una opción?
Nunca me ha gustado poner etiquetas a nadie, pues entiendo que para el ser humano no debe haberlas dado a que es criatura dotada de cuerpo y espíritu algo que ya le distingue de cualquier cosa o ser viviente, y más que nada,lo más importante es digna ante los ojos de Dios.
Grandes pensadores a lo largo de la historia de la humanidad así como comunidades políticas,hasta eso del año 2000 pensaron correcta la visión del matrimonio como la unión entre hombre y mujer, ciertamente esta era la visión del matrimonio.
