La entrevista en los ejercicios espirituales

Dar  modo y orden y escuchar es lo que se debe cuidar más principalmente al comienzo de las entrevistas. Pero la escucha respetuosa es también escucha activa encaminada, principalmente, a discernir mejor y a saber entender y confirmar la experiencia del ejercitante.

1.- Preguntar para conocer al ejercitante
La situación ideal de la entrevista de Ejercicios es que el ejercitante sea conocido por el que da los Ejercicios, de modo que sepa qué tipo de «sujeto» tiene y así pueda ayudarle mejor. Lo ideal es que este conocimiento previo del ejercitante se adquiera antes de Ejercicios, en algún diálogo conveniente. En tal situación, las preguntas del que acompaña la experiencia tienen el sentido de recorrer distintos ámbitos de la persona a los que ya hemos aludido anteriormente. Es claro que muchos futuros ejercitantes se darán a conocer por sí mismos, pero lo ordinario es que haya aspectos de su persona o de su experiencia espiritual que el futuro ejercitante no comunique espontáneamente y puedan ser objeto de este diálogo.
Si el conocimiento del ejercitante no se ha adquirido antes de empezar la experiencia, es conveniente que en la primera o primeras entrevistas se dedique un poco de tiempo a saber los datos principales de la persona, de su historia y de su trayectoria de fe y de oración. Eso quiere decir que en las primeras entrevistas puede haber un mínimo de preguntas, más o menos directas, para saber si la persona a la que vamos a acompañar es laica o consagrada, está casada o soltera, ha hecho elección de vida o todavía no, si tiene una edad u otra, vive su vida cristiana en algún modo de compromiso comunitario o sin él, tiene una u otra experiencia de oración personal, viene con algunos objetivos a la experiencia o sin ellos, etc. Es posible que en pocos minutos nos podamos hacer a la idea de la persona que tenemos delante, y que no haga falta preguntar mucho. Pero no deberíamos proponer a ciegas una experiencia que se debe acomodar sin saber si la persona la puede «descansadamente llevar y aprovecharse con ella» (Ej 18).

En cualquiera de las dos circunstancias indicadas tenemos el recurso o habilidad de la pregunta en la entrevista de Ejercicios, y no solamente la escucha. La pregunta forma parte del diálogo de la entrevista para adelante.
2.- Saber preguntar en Ejercicios
Pero si el saber escuchar es a la vez un arte y una habilidad, el saber preguntar también lo es. No sirve cualquier tipo de pregunta en los Ejercicios y hay preguntas que no tienen lugar y que no se deben formular. No tienen lugar preguntas movidas por la curiosidad del acompañante para enterarse de cosas, sucesos o vidas ajenas que no están implicadas directamente en la experiencia de Ejercicios. No tienen lugar preguntas sobre aspectos de la vida (pasada o presente) de quien hace Ejercicios que no salgan directamente en la oración o la puedan afectar significativamente. No se deben formular preguntas que se parezcan a un interrogatorio inquisitivo para presionar en algún área que quizá el ejercitante no quiere hablar. Tampoco tienen lugar eventuales preguntas irónicas o capciosas, o que induzcan a respuestas que el entrevistador desea escuchar.
Sin embargo, sí tiene lugar algún tipo de preguntas en un buen acompañamiento de Ejercicios. Preguntas abiertas, respetuosas, sinceras, incluso directamente formuladas (sin necesidad de guardar una especie de corrección política indebidamente entendida). Tienen sentido preguntas que buscan entender mejor la experiencia expresada, que ayudan al ejercitante a explorar, a formularse mejor, a manifestar sus mociones. Tienen sentido preguntas mayéuticas, socráticas, que ayuden a explicitar una verdad vivida. Preguntas que ayuden a discernir mejor a los dos, al acompañante y a quien hace los Ejercicios. Ignacio cuenta con la pregunta en la entrevista de Ejercicios (Ej 6, 17, etc.).
Por lo tanto, se pueden y deben hacer preguntas abiertas o más directas que ayuden a centrar la comunicación en los aspectos principales, y preguntas orientadas a analizar mejor la consolación o la desolación, las formas de consolación (Ej 316) y las causas de la desolación (Ej 322), preguntas que puedan aclarar si el sujeto desea «hacer mudanza» (Ej 318), o si caen en las trampas del mal espíritu (Ej 325-327). Hacer un buen discernimiento puede requerir hacer preguntas, pues no todos los ejercitantes, sobre todo al principio, entienden todos los matices de sus mociones.
A medida que discurre el tiempo de Ejercicios y se tienen más entrevistas es muy probable que las preguntas disminuyan, pues quien hace Ejercicios ya va comprendiendo mejor lo que interesa hablar, se sabe expresar mejor, aprende a discernir mejor, sabe cada vez mejor lo que le conviene y por dónde le guía Dios. Cuando el ejercitante interioriza el método y tiene su experiencia la entrevista se simplifica, seguramente se acorta en el tiempo y se llega antes a lo esencial.

3.- Discernir es escuchar y explorar
Pero la pregunta tiene un lugar claro en el proceso de discernimiento, pues en la entrevista no se trata simplemente de que nosotros acompañantes escuchemos el discernimiento que ha hecho el ejercitante, sino de asegurarnos que lo hemos entendido bien y de confirmar que está acertado. Y a veces eso requiere explorar un poco más, profundizar, ver alternativas posibles.
Hay una situación típica donde Ignacio explicita que el diálogo ha de ser incluso duro y con aspecto de interrogatorio, y es cuando el ejercitante no tiene mociones ningunas: en tal caso «mucho le debe interrogar cerca los ejercicios, si los hace a sus tiempos destinados y cómo; asimismo de las adiciones…» (Ej 6). Generalmente este diálogo sobre el método puede aclarar muchas cosas. Como decíamos, Ignacio cree que el método favorece alguna experiencia; y sean consolaciones o desolaciones, serán significativas.
Pero es que en el discernimiento ordinario es muy probable que haya ocasiones normales en que conviene aclarar las mociones un poco más allá de lo que expresa el ejercitante. Si al comienzo de la experiencia espiritual puede bastar que el ejercitante nos diga que está bien, o está contento, a medida que avanzamos en la vida cristiana este estar bien o contento conviene matizarlo un poco más y ver si se parece a lo que Ignacio dice de la consolación (en Ej 316). Y lo mismo la desolación: no es lo mismo la desolación espiritual (Ej 317<9 que alguna tristeza por cualquier motivo natural o por motivos espirituales y naturales mezclados. Ignacio es todo menos simplón en materia de discernimiento. La pregunta exploratoria tiene un lugar para entender mejor la vivencia concreta y, en definitiva, para ayudar mejor al ejercitante.
En todas estas circunstancias se puede preguntar por detalles que pueden ser significativos: los textos bíblicos empleados, las circunstancias en que se produce una consolación o desolación, los elementos que la describen, las inclinaciones a que mueven .

4.- Instruir y proponer. La elección
La instrucción tiene lugar a lo largo de los Ejercicios en distintas maneras, de manera que es otra actividad posible y normal en la entrevista. El modo y orden es ya un modo de instruir, y cuando se proponen los distintos métodos de oración hay que explicar bastante a quien no los conoce. Pero en los Ejercicios se refleja la instrucción sobre todo en los varios documentos que se incluyen: orientaciones para examinarse, para confesarse, para elegir; y las diversas reglas para discernir (en primer y en Segunda semana), para ordenarse en el comer, para distribuir limosnas, para sentir en la Iglesia y las notas para los escrúpulos. Es mucha materia, en realidad, sobre la que se puede instruir en los Ejercicios completos, sean en retiro o en la vida.

Pero cuando los Ejercicios no se ofrecen en la forma completa se deben ajustar las instrucciones para ofrecer solamente lo conveniente o necesario para que el ejercitante haga bien su experiencia o entienda mejor lo que pasa por su interior. Y eso con lenguaje adaptado al mismo ejercitante, aunque sin duda que la terminología ignaciana puede ayudar a fijar un lenguaje que se va haciendo poco a poco familiar a todo el que hace Ejercicios. Porque la instrucción va orientada a la experiencia, no a dar una formación teológica o catequética al ejercitante. Es cierto que algunos ejercitantes quizá tengan escasa formación cristiana, pero no es la entrevista (ni el marco de los Ejercicios) el lugar para suplirla; habrá que recomendar que se forme de distintas maneras: lecturas, cursillos, grupos de catequesis o bíblicos, etc. Pero fuera y aparte de los Ejercicios mismos.
En ocasiones en la entrevista también hay que hacer alguna propuesta al ejercitante. Se le dice que ore este pasaje o aquel otro; que haga su revisión de la oración de una manera o de otra, que dedique más tiempo o menos a la oración, que haga más o menos penitencia, o la haga mejor de esta u otra manera. En la experiencia ignaciana hay directividad en el método y en los contenidos que se dan; pero no puede haber directividad en la experiencia misma que deba tener ni en las decisiones que tome el ejercitante (Ej 15). Por eso tiene lugar la propuesta en el diálogo; pues no hay que dejar que el ejercitante haga cualquier cosa que se le ocurra, especialmente si se considera que es «de ligera condición» (Ej 14). No todos los ejercitantes son plenamente maduros y equilibrados, ni tienen la formación cristiana adecuada para vivir los Ejercicios en el modo como san Ignacio los propone. Aunque, en último término, si alguien quiere funcionar por sí mismo se le puede dejar que lo haga, aclarando siempre que no está haciendo Ejercicios ignacianos. Ignacio no discute con los duros de juicio, pero los excluye de la experiencia.

5.- La elección
En los Ejercicios completos que incluyan elección de estado o profunda reforma de vida, ese momento es muy importante, según toda la tradición ignaciana. No hay cosa más difícil en todos los Ejercicios que saber manejar bien ese momento, dicen algunos directorios muy autorizados y dice la experiencia de muchos acompañantes. Porque en ese momento el mal espíritu agita y tienta bajo apariencia de bien o de forma abierta y patente. Por eso Ignacio ofrece un método muy detallado para elegir y es importante la pedagogía de quien acompaña la experiencia. En esos momentos (que aquí no podemos detallar) es necesario escuchar, preguntar, discernir, proponer métodos a quien está bien dispuesto, y acompañar la elección que hace el sujeto delante de Dios hasta confirmar lo decidido. En los Ejercicios completos se pueden tomar decisiones importantes, aunque generalmente la prudencia pide confirmar esas decisiones importantes en un cierto tiempo posterior a los mismos Ejercicios.
Pero, en alguna manera, toda experiencia de Ejercicios suele invitar a tomar algunas decisiones, mayores o más sencillas, para la vida de quien hace esa experiencia. De modo que cuando como acompañantes percibimos que el ejercitante afronta alguna de estas decisiones, no hay que dejarle simplemente que las haga, sino que debemos intervenir activamente en verificar y facilitar las condiciones para dicha elección, y no dejar sin más solo al ejercitante ante la elección. Quien da Ejercicios no debe mover en modo alguno al ejercitante a una u otra decisión (según Ej 15), pero tampoco debe dejarle que «haga promesa o voto alguno inconsiderado y precipitado» (Ej 14), ni que tome una decisión sin las condiciones adecuadas. Por eso interviene en proponer y facilitar las condiciones de la elección (indiferencia, amor a Jesucristo, decisiones dentro de la Iglesia…) y luego confirma al sujeto así dispuesto a que haga su elección por los tiempos y modos de elección (Ej 169- 189). Ignacio regula mucho la elección porque sabe que en esos momentos son muy probables los autoengaños y las tentaciones del mal espíritu bajo apariencia de bien.

6.- La entrevista: asegurar una experiencia y un proceso
Hasta ahora hemos empleado la escucha y la pregunta para discernir nosotros mismos (como acompañantes) y para ayudar a discernir a quien hace los Ejercicios. El objetivo es que el ejercitante haga una experiencia de Dios gracias a las condiciones que Ignacio propone (el modo y orden) y la sepa interpretar (discernir) adecuadamente. Cuando una persona cualquiera tiene algún tipo de experiencia de Dios, la que Él le tenga a bien comunicar, esa persona se confirma en la experiencia, sabe que es verdad, aprende a reconocer el modo de comunicarse Dios y el modo de apropiarse él mismo esa gracia.
Más allá de acertar en el discernimiento, cualquier acompañante debe ayudar a que el ejercitante confirme el camino emprendido, reconozca la acción de Dios en él, se crea destinatario de alguna gracia y se anime a caminar por el camino comenzado. Y así el ejercitante va recorriendo su propio proceso de Ejercicios, que tendrá que ver con la disponibilidad del Principio y fundamento, con la reconciliación de la Primera semana, con el seguimiento purificado de la Segunda semana, con la identificación con el Cristo pobre y humillado de la Tercera y con la esperanza de la Cuarta semana, hasta disponerse a reconocer a Dios presente en todas las cosas.
De modo que el diálogo de la entrevista y todas las habilidades que pueda emplear el acompañante van encaminadas a facilitar que quien hace Ejercicios halle alguna cosa por sí mismo (según Ej 2), de modo que pueda poco a poco «vencer a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea» (Ej 21).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.