¿ Por qué nos llaman anti derechos?

¡Misterio insondable! Treinta años de silencio y sólo tres de predicación. Cuando la palabra no brota del silencio y en él no desemboca, no es palabra; es ruido.
Hoy presenciamos la acción sistemática de la llamada revolución cultural, iniciada formalmente hace más de dos siglos. Toda ella encuentra su basamento más profundo en la tergiversación de la palabra. Porque “las palabras son pan o veneno”.Los vocablos revolucionarios no brotaron para expresar el pensamiento que corresponde a la realidad sino para llevar adelante una praxis ordenada a demoler la cultura .
La palabra “paternidad”, por ejemplo, antes tan noble, hoy no tiene buena prensa; no es sino equivalente de “paternalismo”. La palabra “autoridad” huele enseguida a “autoritarismo” o -como algunos prefieren- a “fascismo”.; la palabra “Pro vida “ significa anti derechos .La consigna es enlodar las palabras que antes se hallaban preñadas de excelencia. Y el mundo sigue aplaudiendo. O se inventan nuevos “contextos” de las ideas que se quieren introducir, al modo de Caballos de Troya, en la sociedad tradicional.
Se habla de “violencia de género” para mezclar contenidos buenos y malos. Por un lado, se condena la injusta agresividad para con la mujer lo que es correcto pero al mismo tiempo se considera violencia llevar a término lo que se ha dado en llamar “embarazo no deseado”. Provocar la muerte del propio hijo, aún no nacido, no es un “asesinato” sino una “decisión” que surge de la “autodeterminación reproductiva”.

Proyecto sumamente astuto, por cierto, sólo explicable por una inteligencia puesta al servicio de la destrucción de los pocos valores que aún perduran en la sociedad que fue cristiana. La palabra “fanatismo”, por ejemplo -que sirve para calificar a alguien que defiende sus ideas apasionadamente-, pasa a ser simplemente perversa. Todo el que vibra o arde por una causa, sea buena o mala, es un fanático.Bien ha dicho Santo Tomás que “cuanto más intensamente se tiende hacia algo, más fuertemente se rechaza también lo que le es contrario e incompatible”. La palabra “tolerancia”, en cambio, pasa a ser siempre buena. Ser tolerante es ser condescendiente, comprensivo. Es intolerante el que defiende con firmeza la verdad.
Se habla de anti derechos  y se califica con este adjetivo a todo aquel que disiente  de apoyar las 3 causales del aborto .
 Discriminar es lo contrario de confundir. Pero hoy se presenta sólo como una palabra deleznable. Cuando se exhorta a no discriminar, de lo que se trata es de no distinguir más entre el bien y el mal.En rigor de verdad, discriminar significa distinguir, discernir, saber hacer las debidas distinciones, lo que es loable.
En ese orden está el no considerar al feto como un ser humano; acto discriminatorio, contrario a la biología y a las convenciones, que, lamentablemente, ha pasado a formar parte del lenguaje normal. 
En efecto, cuando el feto es un niño o niña deseado, se habla de ellos como “hijos”, pero en las situaciones más complejas y difíciles, como sucede con las tres causales, darle vida y humanidad al feto supera nuestra capacidad de aceptación y entrega. Y entonces la sociedad responde acomodando el discurso, buscando argumentos sin sustento biológico, para señalar que su vida no se inicia en la fecundación o que su inviabilidad no le hace ser poseedor de la categoría de persona.

Sin duda que los escenarios que se abordan en este tema son momentos sumamente dolorosos para una familia entera, y en especial para la mujer: el riesgo de vida de la madre, la inviabilidad del feto y la violación. El riesgo de vida y la inviabilidad fetal, envuelven la devastadora realidad de la posible o inminente pérdida de un hijo o hija soñados, y el embarazo por una violación, un trauma para toda la vida. Más allá de la discusión que se ha generado , estas situaciones deben ser consideradas en los programas de apoyo psicológico y de salud para todas las familias y, en especial, para los sectores más vulnerables, porque hasta ahora, la iniciativa legal y el Estado no se han pronunciado en esta materia.
Pero es también preocupante que la “solución” afecte a quien no tiene voz para defenderse: aquél a quien han negado sus derechos a pesar de su evidente existencia en el vientre materno. Téngase presente además que su derecho a la vida no solo se ve conculcado con la despenalización –más bien legalización- del aborto en tres causales; sino también con la falta de cobertura de salud respecto de eventos anteriores al nacimiento.


Apelamos al Estado y a los legisladores para que atiendan a esa vida. Que no solo se piense en evitar el riesgo de vida de la madre, sino que se propenda también a la protección de la vida del que está por nacer, haciendo uso de los avances en salud, incluso respecto de aquel niño que padece un diagnóstico poco auspicioso, y de aquel niño fruto de un embarazo no deseado. Protección que se otorga sin aborto y con sistemas de salud, apoyo y acompañamiento eficientes, altamente profesionalizados, fortalecidos y renovados para familias, padres y menores.

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