¿Qué cambió el mundo?.¿Qué salva el mundo?.

Gestar en lo pequeño. Todo aquello que da a luz en lo humilde, en medio del polvo invadido de la frustración. Transportar esperanza en ese ambiente hace que logremos un impacto sobre muchas vidas. Eso nos lo da como lección la Encarnación.

Mucho se oye en estos días de que hay que salvar la Navidad. Buscar la manera de juntarnos veinte personas en casa, en lugar de 10 .Que podamos llegar a casa más tarde de la una de la madrugada. Que no haya controles perimetrales, para poder viajar a donde queramos en estos días. Que los centros comerciales abran de noche, para poder comprar los últimos detalles y regalos… porque hay que salvar la Navidad.

Yo creo que no tenemos que salvar la Navidad, sino que es la Navidad la que viene a salvarnos a nosotros. De nada vale que nos podamos juntar veinte personas en una casa, si hacemos invisibles a los que no tienen casa ningún día del año. De nada vale que podamos viajar a donde queramos para felicitarnos las fiestas, si no acogemos a los que viajan por obligación huyendo de guerras y violencia. De nada vale apenarnos por no ver a nuestros familiares la noche del 24 de diciembre, si el resto del año los mantenemos en un segundo plano. De nada vale que los centros comerciales estén abarrotados de gente comprando detalles y comida para las celebraciones, si durante todo este tiempo no buscamos un lugar tranquilo y personal para tomar sentido de lo que vamos a celebrar.

La Navidad no es celebrar una fecha, es celebrar un hecho. Dios se hace hombre. Dios encarnado viene a nuestras vidas para darles sentido. Y para ello no hace falta que seamos veinte en casa. Ni recorrer cientos de km para hacernos presentes. Ni que nuestra casa esté perfectamente iluminada. Ni llenar de comida nuestras mesas y de regalos nuestros árboles. Ni siquiera hace falta que todo vaya bien… ni aparentar que todo va bien. Para ello solo hace falta que le hagamos un hueco. No en nuestra casa. Ni en nuestros belenes, ni balcones. Un hueco en nosotros.

Muchas veces en estas fechas nos llenamos de tantas cosas externas que, como ocurrió en Belén, no dejamos ningún lugar para Jesús. A veces, ni siquiera un pequeño establo.

Decía Anselm Grün: “Nuestra vida puede parecer un palacio. Pero todo palacio esconde un establo. El establo de la mediocridad y del desorden. El que no siempre huele bien y que queremos ocultar de las miradas de los otros. Es precisamente ahí y en ningún otro sitio donde Dios quiere nacer en mi vida”.

El amor, como la Navidad, viene a salvarnos si le dejamos pasar. Si, aún con todos los problemas y limitaciones que podamos tener, le buscamos un pesebre en nuestro establo.

No nos esforcemos tanto en salvar la Navidad y dejemos que sea la Navidad la que nos salve a nosotros.

Foto tomada a un paciente de coronavirus que pidió ver el mar .Le acompañan los médicos.
La foto es de Barcelona .

Les  deseo una muy Feliz Navidad. Dando valor a lo pequeño. Buscando ese tiempo personal para preparar su venida y acomodando ese espacio en nosotros para acogerle. Lo demás se dará por añadidura.

Mi deseo para este año tan duro y atípico que nos ha tocado vivir: ¡Que nos salve la Navidad!

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