La Esperanza

Una dinámica impulsora del Adviento es la esperanza. Si no tuviéramos nada que esperar, no tendría sentido esta temporada. La esperanza original era que naciera un niño que traería justicia y paz al mundo y que sanaría la brecha entre la humanidad y Dios. Pero esa esperanza más grande está llena de otras más pequeñas: esperanzas diarias que pueden moldearnos como personas.

Algunas esperanzas darán forma a nuestras relaciones. El Niño Jesús creció hasta convertirse en un hombre que encarnaba el perdón y la generosidad. Una vida de esperanza ve lo bueno en los demás, es paciente con sus defectos y tenazmente los ve en su mejor momento.

Algunas esperanzas darán forma al trabajo de nuestra vida. El Mesías prometido proclamó el reino de justicia y misericordia de Dios. Independientemente de los trabajos que hagamos o los puestos de trabajo que tengamos, como personas esperanzadas, mantenemos la equidad y la integridad como objetivos a corto y largo plazo. Hacemos que nuestro trabajo sea importante para el bien común.

Algunas esperanzas moldearán nuestro carácter. Jesús ejemplificó la esperanza que cultiva la verdadera libertad interior. Una persona esperanzada no puede continuar en la ansiedad, el apego, la necesidad de control y la ira habitual.

¿Cómo es visible la esperanza en tu vida? ¿Dónde se ha desvanecido?

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