Algunas sentencias del Señor.

Jesucristo utilizó dos sistemas preferentes para enseñar. Uno de ellos es el de las sentencias; y el otro, el de las parábolas. Las sentencias son frases cortas, agudas, que se graban de modo imborrable en la mente de quien las oye. A modo de ejemplo, algunas de las sentencias que salieron de los labios del Señor: «Quien pierda por mí su vida, la encontrará» (Mt 10, 39); «Si tu ojo te escandaliza, arráncatelo y tíralo lejos de ti» (Mt 18, 9); «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan» (Mt 5, 44). En el evangelio de la Misa de este martes de la XII semana del Tiempo Ordinario hay algunas de las sentencias dichas por el Señor. La primera es «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen» (Mt 7, 6). En esta sentencia el Señor enseña un prudente discernimiento en la predicación de la palabra de Dios y en la entrega de los medios de santificación. La Iglesia, ya desde el principio, ha tenido en cuenta esta advertencia, que se manifiesta especialmente en el respeto con que ha rodeado la administración de los sacramentos y, de modo singular, la Sagrada Eucaristía. La confianza filial no exime del sincero y profundo respeto con que se debe tratar tanto a Dios como a las cosas santas. Otra sentencia es «Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos» (Mt 7, 12). Esta sentencia del Señor, llamada «regla de oro», ofrece un criterio práctico para reconocer el alcance de nuestras obligaciones y de nuestra caridad hacia los demás. Aquí Jesús no habla de un «te doy para que me des», sino de hacer el bien a los demás sin poner condiciones, como en buena lógica no las ponemos en el amor a nosotros mismos. Solo con una consideración superficial existe el riesgo de convertir esta sentencia en un móvil egoísta de nuestro comportamiento. Esta regla práctica quedará completada con el «mandamiento nuevo» de Jesucristo –«Que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13, 34)–, donde nos enseña a amar a los demás como Él mismo nos ha amado.

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