Característica de la oración ignaciana: ser oración las 24 horas del día

No se pone en cuestión ‘la hora diaria de oración” indicada por Ignacio a los escolares, ni lo que “la discreta caridad le dictare” al profeso. Se trata más bien de abrir al jesuita y al cristiano activos a un encuentro más amplio con Dios: en todo momento y en toda acción. De esta manera se evita el absolutizar la oración como la única actividad de encuentro con Dios, y al mismo tiempo se impide el posible y quizás inconsciente manipuleo de Dios en la oración personal. 

Es importante comprender que encontrarnos con Dios es una gracia, no depende de nosotros: El es el Dios mayor e inmanipulable, que se manifiesta a la hora y al modo que Él quiere. 

En nosotros está el disponemos humildemente a encontrar a Dios.

Esta disposición es la que debemos poner en marcha continuamente. Se trata de la intención de encontrarnos con Dios (la “recta intención” de san Ignacio) en cada actividad que realicemos en el día y de mantener activa la búsqueda de Dios en toda acción. Pero, cuidemos de no “distraernos” en la acción misma tratando de buscar a Dios con “una lupa especial”. Realicemos la acción con toda la radicalidad posible: estudiar, discernir, acompañar un acomunidad, animar un grupo de jóvenes, participar en una marcha, fortalecer una cooperativa, convivir comunitariamente, participar en la eucaristía, comer, descansar, perdonar, pedir perdón, etc., y ahí estará Dios; en los signos de comunión y fraternidad. Todo esto es oración formal. Porque el encuentro con Dios se da en la misión, en el cumplimiento cotidiano de la voluntad de Dios: esa es la misión del verdadero cristiano.

Pero, no queremos afirmar que Dios es la acción misma. Bien sabemos que sobre todo “Dios es amor” y que “el que no ama no conoce a Dios” (Jn 4, 8). Más bien decimos que a Dios lo conocemos en la acción que nos lleva a amar a los demás como Él ama. Sólo en la lucha por amar a los oprimidos es como vamos a encontrarnos con Dios. Sólo en el amor incondicional al débil es como servimos al Hijo de Dios. Tampoco pensamos que la acción opaque a Dios y que excluya la contemplación de Dios.

Al trabajar junto con los pobres en la construcción del Reino de Dios, llevemos la intención de que en cada acción queremos cumplir la voluntad de Dios. Y, por otro lado, estemos abiertos a captar que la acción misma nos ofrecerá luces de la presencia del Buen Espíritu, aunque también aparecerán otras fuerzas contrarias, como cizaña en medio del trigo: el mal espíritu. Y, que en un momento posterior, de silencio interior, discernamos y dejemos que Dios nos hable y nos diga su palabra. Dejemos al Dios mayor ser Dios, ser Otro (después vendría el discernimiento comunitario). Con esto consideramos que ser oración las 24 horas del día implica hacer oración más momentos del día. Es una cuestión mucho más exigente encontrarnos con Dios en toda la acción.

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