Jesús contrastó su camino con el camino del mundo bastante enfáticamente: “El que no es conmigo, contra mí es” (Lucas 11:23). El Maestro Ignatius nos ayuda a aplicar esto a nosotros mismos en una meditación clave en los Ejercicios Espirituales llamada “Una Meditación sobre los Dos Estandartes”—un “estandarte” que significa una bandera.
Estar con Jesús o con el Camino del Mundo
Todos los discípulos tenemos que elegir dónde vamos a pararnos: con Jesús o con el mundo. No importa a qué vida nos haya atraído el Espíritu, una vez que somos bautizados y confirmados, estamos llamados a estar en la compañía de Jesús bajo su bandera.
Comenzamos a movernos bajo el estándar de Jesús cuando nos unimos a él en la convicción viva de que todo lo que tenemos y somos es un regalo de Dios. Por mucho o poco que tengamos, decimos con gratitud: “Mira todo lo que Dios me ha dado”. Entonces se abre el camino a través del humo de la autosatisfacción y la aprobación de los demás. «¿Cómo puedo ayudar?» se convierte en una preocupación diaria. Y a través de una vida de amor y servicio, el Espíritu nos lleva a vivir con tanta mansedumbre y humildad como vivió el Señor, ya seamos una bailarina famosa o un programador informático anónimo.
El camino del mundo difiere completamente. El punto de partida es conseguir tanta riqueza como puedas. Dices: «Mira todas estas cosas que tengo». Cuando el camino del mundo se abre ante ti, cambias tu enfoque y dices: “Mírame con todas estas cosas”. A medida que los que te rodean se vuelven más deferentes, comienzas a decir: «Mírame». Te convences de que eres el centro de tu mundo. Puede que aún no hayas pecado, pero es solo cuestión de tiempo.
Tres formas de colusión con el estándar mundial
Incluso sin suscribirnos a las teorías del subconsciente, podemos ver que el estándar del mundo invita tanto a los discípulos de Cristo como a cualquier otra persona. En cierto modo, incluso después de haber tomado la decisión solemne y de por vida de seguir la norma de Cristo, tenemos que purificar nuestra vida diaria de la colusión con la norma del mundo. La colusión se presenta en tres formas.
Primero, hay un secularismo benigno. Ciertamente, hay personas que no conocen a Jesucristo y que llevan una vida profundamente buena. Pero incluso los bautizados pueden vivir de una manera benignamente secular. Nos unimos a movimientos cívicos y ayudamos a los más necesitados porque eso es lo que hacen nuestros vecinos. Somos buenos con nuestras familias y honestos en el lugar de trabajo. No hay daño inmediato de esta manera, pero tampoco hay nada más que un espíritu secular, aunque la gente hoy lo llame espiritualidad.
La segunda forma de colusión, vista particularmente en el primer mundo rico, es la búsqueda de placer. Estamos rodeados de personas que viven lo que San Pablo describe como el camino de la carne. Los que siguen este camino son el blanco de la publicidad; necesitan tener lo que todos los demás tienen en este momento. Su lado menos encantador manifiesta la autocomplacencia, la lujuria, la envidia, todo visto como costumbres sociales aceptables. La carne tiene sus propias leyes, y aquellos que siguen este camino obedecerán fácilmente esas leyes y pecarán.
Finalmente, está la colusión de sucumbir a la oscuridad. Piense en el informe de un adulto que obligó a un niño de doce años a matar a otro y luego beber un poco de su sangre. Es el mal manifiesto. Pero la mayoría de las obras de la oscuridad no se manifiestan. El odio, la venganza, la violencia, los hábitos autodestructivos florecen en los rincones oscuros del ser humano pecaminoso.
En el fondo de vuestros corazones, podéis odiar la oscuridad y saltar a la luz. Pero en la vida cotidiana, te encontrarás en el crepúsculo del secularismo benigno o de la carne una y otra vez. Encontrarás seguridad en el estándar de Cristo solo si comienzas todo resueltamente con agradecimiento a Dios y sigues observando lo que estás haciendo y por qué lo estás haciendo.
